sábado, 21 de mayo de 2011

RECTITUD EN LA PROFESIONES

Enlace Programado por Gabriel alberto Restrepo Sotelo es LINTERNA ROJA EN GOOGLE .-.

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Deontología de las Profesiones y Masonería

Para comenzar el desarrollo del tema, es necesario manifestar qué se entiende por “deontología”. Así, decimos que fue el filósofo Jeremías Bentham quien la refiere como a la “ciencia de los deberes”, aunque por su propia visión utilitarista, la usa como la forma en que deben ser cumplidos para lograr el mayor placer posible para una cantidad lo más extensa posible de sujetos.
Si bien la palabra deontología es de origen griego, y se refiere directamente a lo obligatorio, lo justo y adecuado; es este autor anglosajón quien particularmente la considera como una disciplina del mundo de lo empírico y descriptivo, que tiene como fin el determinar deberes que han de cumplirse en ciertas circunstancias sociales y especialmente en el ejercicio de la profesión.
Citando la frase de Urdanoz (Deontología y Ciencia Moral), decimos que “el deontologista es un aritmético, cuyos guarismos son las penas y placeres. Él también suma, resta, multiplica y divide, y esa es toda su ciencia”.
Relativo al tema específico que nos ocupa, esta materia ha de entenderse en conjunto con las reglas escritas y no escritas, que sean relativas a cada profesión que lleve a cabo el H:., pues complementan las obligaciones que se tienen con los clientes, la profesión en sí, la sociedad, los colegas, etc.
Si tenemos en cuenta las directivas fijadas en el “Código Moral Masónico”, cada hermano ha de: tener siempre su alma en un estado puro, para aparecer dignamente delante de tu conciencia, por lo que ha de desempeñarse en el mundo laboral en forma recta, de tal forma que no contradiga las reglas de la masonería y tampoco las de la sociedad en la que se desarrolla como persona. También ha de escuchar siempre la voz de su conciencia, la cual intrínsecamente nos indica qué es lo que está bien y qué conducta no lo está; pero con un poco de formación académica (tanto en la vida profana, cuando en la iluminación a la que de a poco vamos accediendo en las reuniones y formación masónica), esa voz cada vez puede ser escuchada con más claridad y con mayor volumen.
Hemos de seguir la senda del honor y de la justicia en todas nuestras labores, de tal forma que nuestra vida sea plena y nuestro “producto” laboral no sea meramente la forma de ganarnos el sustento, sino además una forma de mejorar el mundo al que pertenecemos. Cualquier profano tiene ese deber, mas el masón no puede ignorarlo de ningún modo, y menos aun a medida que ha ido adquiriendo más luz, pues lo tiene mucho más claro al camino a seguir.
Todo trabajo ha de hacerse teniendo como fin alcanzar la virtud, pues “el corazón de los sabios está donde se practica la virtud y el corazón de los necios donde se festeja la vanidad”.
En la vida diaria, hemos de llevar a cabo la actividad que desarrollamos de tal forma que no sea alcanzar la fama ni obtener dinero lo que nos mueva a aceptar clientes o tareas encomendadas. Si bien casi todos trabajamos para ganar nuestro sustento, la aceptación del trabajo que se nos requiere, ha de ser en razón de nuestra capacidad profesional, el tiempo disponible y la conciencia de que haremos nuestro mejor esfuerzo en cumplirla. Por ello, no podemos prometer resultados imposibles, ni comprometernos a realizar tareas indignas o injustas.
Debemos explicar a quien nos consulta (sea la profesión que sea), cuáles son los tiempos reales, las consecuencias favorables y desfavorables que se pueden dar a lo largo de la tarea; es decir, las expectativas reales del resultado final de la tarea que llevaremos a cabo. Pues siempre hemos de tener en cuenta que, sean cuales sean los “servicios” que prestamos, hemos de defender al oprimido y proteger al inocente.
Siempre mirando a la rectitud, y gracias a la luz que se va adquiriendo de a poco, todo masón ha de tener presente no sólo el conjunto de reglas (escritas o no) que regula su actividad profesional, sino también el Código Moral que nos rige como hermanos, y el que nos sirve de guía en nuestro accionar diario.
Como hermanos que somos, no podemos solamente defendernos entre nosotros, sino que hemos de tener presente que con nuestras acciones generamos reacciones en los demás. El mundo profano debe ser mejorado de a poco, y cada persona ha de contribuir con su pequeño o gran “granito de arena”. Como arquitectos permanentes del mundo, hemos de usar la regla y el compás para marcar líneas rectas, para que nuestras construcciones sean lo más seguras y perfectas posibles.
Será la plomada (como voz de la conciencia) y el consejo de nuestros hermanos, lo que nos indique si nuestras tareas son conformes a lo correcto o no, y nos hará saber en qué nos hemos equivocado. De esa forma, sabremos cómo solucionar el problema, y mejorar como personas, como profesionales y como masones.

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